El callejón estaba oscuro, en las calles no había nadie. La hora de queda se había pasado y los guardias estaban por las calles vigilando. Yo tenía que ir a verlo. Él me había llamado, tenía problemas. Estaba ya vestida con el vestido que me regaló por mi cumpleaños y los zapatos de tacón, la gavardina marrón claro y mi sombrero. Salgo de mi apartamento y me dirijo hacía su casa que está a dos callejones de la mía. Siempre hay guardias por estas calles. Sí, por su culpa. Por culpa de él. Del asesino de Seattle.
Me voy a presentar, soy Leah, Leah Scott estudiante de fotografía en la universidad de Seattle, diecinueve años casi veinte. Mi pelo es de un castaño claro y no soy ni muy alta ni muy baja, mis ojos, los adoro, son de un verde azulado. Vivo con mi mejor amiga, Mia Parker, ella es rubia, pero no por eso es tonta. Lo digo porqué algunos se piensan que todas las rubias son tontas, pero ella no lo es. No es alta tampoco baja y sus ojos son de un marrón claro. Somos amigas desde que nos conocimos, aquí en la universidad de Seattle.
Ya estoy en su casa, pero supongo que no hay nadie porqué las luces están apagadas. Llamo a la puerta. Un toque. Dos. Nada. Empiezo a bajar los escalones que hay al principio y noto como alguien me coge del brazo y me giro y ahí está, mi cara se ilumina en un segundo, la suya en cambio no. Me mira serio y me alza para quedar encima de su hombro y me lleva dentro de la casa, en esos momentos mi corazón ha dejado de latir pero al ver que me baja me tranquilizo. Nos miramos mutuamente y él suspira.
-Jason..-digo sonriendo.
-Leah.-dice firme.
Él es Jason. Mi Jason. Jason Scott es mi novio desde que estoy aquí nos conocimos en la universidad él es dos años mayor que yo. Es bastante alto, me pasa dos cabezas y es rubio con unos ojos turquesa que cuando los ves no puedes dejar de mirarlos.
-¿Qué pasa Jason? ¿Y esa cara?-le pregunto.
-No vamos a vernos más. Es demasiado peligroso.-me coge de la mano.-no quiero que nada malo te pase. Te voy a querer por siempre y eso lo sabes. Siempre estaré aquí.- señala mi corazón.- si tu lo quieres.
-Pe..pero ¿porqué?.-pregunto con un nudo en la garganta.
-¿Sabes quién es el asesino de Seattle?
-Por supuesto y también sé que está suelto, ¿ pero qué tiene que ver todo esto con que te deje de ver?
-Me persigue, el asesino de Seattle me persigue.
Mi cara en ese momento era un poema, no quería hacerlo. No lo iba a hacer. No iba a dejar de verle por culpa de ese asesino. Jason y yo estamos destinados a estar juntos. Mientras estoy absorbida en mis pensamientos Jason movía sus manos de arriba abajo para que yo le contestara una pregunta que ni siquiera había escuchado.
-¿Qué decías?.-le digo.
-Que eso será lo mejor, debemos dejar de vernos.
-No, en ningún caso. Yo no pienso dejar de verte por culpa de ese estúpido.
-Leah, tranquila. Solo serán unos días hasta que yo mismo lo atrape.
-Pero..¿y si te pasa algo? ¿Qué haré yo?
-Vas a seguir tu vida y me recordarás como tu primer amor.
-Jason..ya te he dicho que no lo haré.
-Si lo harás o yo mismo voy y te encierro en tu casa y de allí no sales hasta que yo resuelva mis asuntos.
-Pues hazlo. Venga hazlo.-le grito.
-Leah, joder. No grites.-me dice cogiéndose con las manos la cabeza.
-Jason..no me hagas esto por favor.-digo en un susurro casi inaudible.
-No, por favor Leah no llores.
-No voy a llorar. Cuando hayas hecho lo que tienes que hacer vienes a buscarme. Te quiero.- digo depositando un beso en sus labios.
Con la cabeza baja salgo de su casa y camino lento hacía la mía. Me siento rara, como si alguien me estuviera persiguiendo pero cada vez que miro hacía atrás no veo a nadie. No hay nadie. Mi imaginación, pienso. Veo que hay dos guardias delante de mi casa y detrás mía hay alguien lo presiento, decido meterme en un callejón para que así no me vean los guardias pero eso ha sido un terrible error. Horrorizada intento no gritar. Ahí estaba el asesino haciendo su trabajo. Está intentando matar a alguien pero por lo que veo de mi escondite ese alguien tiene más fuerza que él. Esto no me puede estar pasando a mí. ¿Acaso soy un imán para los problemas o qué? Mia. Oh mi dios. Me he olvidado de ella. No tiene llaves ¿y ahora qué hago?
Intento salir y al girarme veo a Jason. Mi Jason lleno de sangre y el asesino tumbado al suelo. ¿Esto qué es?
-Leah..¿qué demonios haces aquí? Te he dicho que te vayas directo a tu casa.-me dice frustrado.
-Es que..he visto a los guardias delante de mi casa y he querido esconderme y..lo siento Jason.
-Tranquila Leah..lo siento. Yo..estaba demasiado preocupado por ti..
-La que está preocupada soy yo..anda ven a mi casa y te curo.-digo señalando la sangre.
No dice nada y me coge de la mano y vamos a mi casa pero veo que esos dos 'guardias' siguen ahí frunzo el ceño al no saber que hacer. Cada vez estamos más cerca y veo que esos no eran guardias sino Mia y Mike, Mike es el novio de Mia desde hace medio año. Es alto, moreno y con los ojos verdes. Mia me mira con cara de enfadada pero al poco rato me abraza. Es como mi hermana. Mike mira a Jason y frunce el ceño al verlo lleno de sangre y yo miro a Jason sin saber que decir.
-Esto..-empiezo a decir pero Jason no me deja terminar.
-Me he caído con mi moto. Y Leah se ha ofrecido a curarme.
-Con que curarte eh.- dice Mia con una sonrisa de esas que dice 'os he pillado, seguro que queréis hacer otras cosas.'
-Mia, creo que debería preguntare qué has hecho tú hasta ahora pero no lo hago porqué seguro que me lo cuentas.
-Cállate.- se sonroja.
Entramos dentro, los cuatro. Jason me coge de la mano y me lleva a mi cuarto. Debo decir que se conoce mejor que yo mi propia casa. ¿Es eso posible? En este caso sí. Sonrío ante mi pensamiento.
-Jason siéntate en la cama voy al baño por el botiquín.
Él hace lo que le digo, se sienta en mi cama con las sabanas rosa, sí rosa, no es que me guste el rosa pero eran las que mejor pegaban con el color de mi habitación. Rosa claro, en mi habitación había un armario y un escritorio donde en este último pongo mi iMac y donde hay una estantería encima con fotos de mi familia, a la cual no veo desde el verano por falta de tiempo, mi hermano, oh como lo echo de menos. Mi hermano se llama Jake y tiene quince años, sí, ya todo un adolescente. Basta de hablar de mi familia.
Mientras pienso en mi hermano avanzo por la habitación hasta llegar a la cama donde se encuentra Jason, abro el botiquín y empiezo a curarle. Se por experiencia propia como escuece el alcohol y por la cara de Jason supongo que le debe escocer mucho.
Después de diez minutos acabo con sus heridas y él pone cara de alivio al ver que el alcohol ya no tocará más su piel. Yo me rió al ver su expresión, él me mira y sonríe.
-¿De qué te ríes?
-Yo no me río.- intento decir sin reírme.
-Sí lo haces.- se levanta de la cama y me coge de la cintura.
-No, no lo hago.-digo en un susurro ya que él estaba cada vez más cerca.
Me empieza a hacer cosquillas al yo cerrar los ojos pensándome que me iba a besar, río aún más fuerte y el me tumba en la cama haciéndome cosquillas.
-Ja..Jas...Jason pa..para..-digo riendo.
-Está bien, pero dame un beso.- le beso.
-Entonces.. ¿podré verte todos los días?
-Sí, claro que puedes ¿Quién ha dicho que no?
-Jason me lo dijiste tú.
-No..no lo hice ¿de qué me estás hablando?
-De cuando estuve en tu casa..tú..¿no eras.. tú?
-Oh Leah..no vuelvas a salir sola por favor. No sé que haría si algo te pasara.
-No lo haré te lo prometo.
Y con esas palabras nos fundimos en un beso que parece que nunca va acabar pero es interrumpido por Mia, como casi siempre. Sí, soy virgen aunque tenga dos años de relación con Jason nunca lo hemos hecho y es por eso por lo que confío en él. Sé que él me ama al igual que yo a él. Cada día, cada hora, cada minuto, cada segundo me enamoro de él como lo hice la primera vez. Por él daría mi vida, a él le confiaría mi vida por que ahora si puedo decir que lo amo con todo mi ser. Lo amo a él. Con sus defectos y virtudes, con las bromas que no le salen y las que sí, lo amo cuando es cariñoso y cuando está molesto por algo. Lo amo. Este sentimiento lo sientes solo una vez, aunque muchos digan que es solo la etapa pero no es así, sí ellos tuvieron sus etapas, sus enamoramientos, ellos lo han vivido igual que lo hacemos nosotros ahora. Mia me saca de mis pensamientos gritando que tiene hambre, como no pienso y río en mi interior.
-¿Qué quieres comer?
-No sé tía, una hamburguesa y patatas.
-Oh a mi también me apetecen.- dice Jason.
Mia va a por las hamburguesas y Jason y yo nos quedamos mirándonos como si fuera el último día que nos miraríamos a los ojos. El ruido de la ventana al romperse nos hizo quitar nuestras miradas y yo con temor en los ojos quise ir a ver quién era. Jason no me dejó. Él bajó seguido por mí y ahí lo vi. Era él. Era el asesino de Seattle y era igualito a Jason. ¿Cómo es posible que esto me pase a mí? ¿Fue él el que me dijo que me alejara? Ya no entiendo nada. Me cojo del brazo de Jason con temor de que él no sea mi Jason y miro al asesino y él me mira y ahora sé que al que le estoy cogiendo el brazo no es Jason sino el asesino. Rápidamente le suelto el brazo y voy al lado de Jason, el de verdad.
-¿Por qué has hecho esto? ¿Por qué sois iguales?-digo en un susurro.
-Somos gemelos, lista.-dice el asesino sarcásticamente.
-Vale, y ¿con quién salgo? ¿Con Jason o el asesino?-pregunto.
-Con Jason. Yo ni en cien años saldría contigo-dice el asesino.
-Tranquilo que yo tampoco contigo-digo.
Después de unas horas en las noticias enseñan como arrestaron al asesino, todo lo demás es historia.
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